Neuro-Piratas
Neuro-Pirata: Persona que accede al organismo burlando las barreras del sistema nervioso.
En la entrada de hoy veremos cómo Tracey y su equipo de investigación se convirtieron en unos neuro-piratas.
En la entrada de hoy veremos cómo Tracey y su equipo de investigación se convirtieron en unos neuro-piratas.
Kevin Tracey es un conocido neurocirujano cuya principal
curiosidad siempre ha sido estudiar las inflamaciones. La inflamación es una respuesta fisiológica cuya función es reparar el tejido dañado, que libera compuestos químicos. Como respuesta, los glóbulos blancos producen sustancias que inducen la preparación del tejido. Después, el proceso inflamatorio debería finalizar. De no ser así, estaremos hablando de una inflamación crónica. En uno de sus experimentos, allá por
la década de los noventa, se inyectó un antiinflamatorio en el cerebro de una
rata para estudiar el efecto de la inflamación en el bazo. La sorpresa vino cuando, a pesar de la pequeña cantidad de fármaco
suministrada, observaron que se bloqueaba la inflamación de varios órganos de
la rata, entre ellos el bazo. Se dieron cuenta de que había algún componente del sistema nervioso
conectaba el cerebro con el resto de órganos y que además era el responsable de
enviar la orden de “desactivar” la inflamación en varios órganos. Lo cierto es
que hasta entonces, no se concebía la idea de que existiera algún tipo de
comunicación entre células especializadas del sistema inmunitario de nuestros
órganos y las conexiones eléctricas del sistema nervioso. Tracey y su equipo se
pusieron manos a la obra y decidieron cortar el nervio vago. Seguro que habéis oído
hablar de él.
Figura 1: Recorrido del nervio
vago (número 8 en la imagen). Fuente: http://www.mind-surf.net/blog/
Este nervio es el décimo nervio cerebral y el más largo de
su clase. Se extiende desde el bulbo raquídeo hasta el abdomen e inerva la
faringe, el esófago, la tráquea, los bronquios, el corazón, el estómago, el
páncreas y el hígado. También está involucrado en el contacto visual, el habla,
las expresiones faciales, la capacidad de tragar, el reflejo de la náusea, etc.
Se le conoce como el “nervio de la compasión” porque cuando está activo ayuda a
crear unas “ondas calurosas” cuando algo nos conmueve o nos impacta.
Volvamos al experimento de Tracey. Después de que él y su equipo
de investigación cortaran el nervio vago, volvieron a suministrar el
antiinflamatorio en el cerebro de la rata. Los resultaron eran los esperados: el fármaco no produjo
ningún efecto. Sabiendo que el nervio vago está involucrado en enfermedades inflamatorias crónicas, Tracey y su equipo dedujeron que si estimulaban el nervio vago el cerebro podría volver a enviar la orden de cesar la producción de una proteína inflamatoria específica, el factor de necrosis tumoral (TNF). Para ello incorporaron un neuroestimulador del nervio vago para comprobar si el
nervio vago impedía la sobreproducción de proteínas que producen la inflamación. En 2011, Tracey y Paul-Peter Tak, catedrático de
Reumatología de la Universidad de Amsterdam diseñaron el ensayo en el que implantarían un neuroestimulador a cada paciente, quedando dicho neuroestimulador conectado con el nervio vago. En consecuencia, querían evitar que los pacientes dependiran de los fármacos para combatir las enfermedades inflamatorias.
Figura 2: Implante eléctrico para promover las señales desde el cerebro hasta un órgano. Fuente: https://www.technologyreview.es/
El experimento consistía en lo siguiente: a cada paciente se le implantó un neuroestimulador y
pasado un tiempo se les dio un imán para que se lo pasaran por la garganta 6
veces al día durante 30 segundos. Esto conseguiría activar el neuroestimulador que estimularía el nervio vago.
Figura 3: Ejemplo de
implante y marcapasos en un paciente del ensayo.
La operación fue un éxito. Muchos de los pacientes que habían
participado en el ensayo experimentaron una clara mejoría. Los dolores pasaron
a un segundo plano, aumentando la calidad de vida de personas que tenían grandes dificultades para moverse y que después del tratamiento podían volver a andar, montar en bici, etc. Aunque la mayoría de los pacientes no
consiguieron eliminar los fármacos, las dosis suministradas disminuyeron
notablemente.
“No es un milagro – me explicaron que funciona a través de
impulsos eléctricos- pero parece algo mágico. No quiero quitármelo nunca. ¡Me
ha devuelto la vida!”, comenta una paciente.
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